El trabajo de Herr no es ciencia ficción, aunque a veces lo parezca. Loco por la montaña, perdió sus dos piernas por congelaciones tras perderse escalando en el monte Washington, en New Hampshire, en 1982. Tenía 17 años y, desde entonces, ha vivido para diseñar las extremidades biónicas más parecidas -y a veces mejoradas- a las que nos ha dado la Naturaleza. Herr ha puesto a correr y a bailar a cientos de personas condenadas al bastón o la silla de ruedas. Él ha seguido escalando montañas.
¿Hemos llegado a la era biónica?
Sí. Se está produciendo una fusión de campos clave relacionados con la biónica, como el aprendizaje de las máquinas, la ingeniería de tejidos o la robótica. Todas están convergiendo en este momento de la historia. Hay ejemplos de creaciones biónicas muy avanzadas, incluso Hollywood las etiquetaría como tales.
¿Qué es lo que ha cambiado?
Estamos en la edad en la que comenzamos a ver la integración de la tecnología en el cuerpo humano. Esos diseños son más que herramientas. Cuando implantamos una de nuestras piernas biónicas en los pacientes una reacción habitual es que digan “me han devuelto mi cuerpo, me han devuelto mi pierna”. Lo siento, pero cuando a alguien le das un martillo no piensa que le has devuelto su cuerpo.
¿Tiene que ver con la conexión con el aparato nervioso y con nuestros cerebros?
No es solo eso, también es mecánico. Las piernas artificiales que estamos desarrollando son mecánicamente similares a nuestros músculos, tendones y huesos. El resultado es que la estructura morfológica, unida a un control humano más profundo, da lugar a una integración de la electromecánica con la fisiología humana. Cuando uso mis piernas biónicas el movimiento es natural, decido andar más rápido o correr y las piernas responden, como si estuvieran hechas de carne y hueso.
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